El despertar en la mañana y saber que en el mismo momento en que tú abres tus ojos, empieza nuevamente tu vida pero ahí te encuentras dispuesto a seguir la rutina y a entregar todos tus deseos, pensamientos y miedos, pero llega el instante y todo cambia, la pasión se refleja, eres tu mismo, todo se colapsa, tu cuerpo y mente se conectan, estas dispuesto a dar todo de ti. Inicias con un leve movimiento, tu cuerpo no te lo permite, pero por tus oídos se incorporan paulatinamente esas melodías que te hacen reaccionar y dejar todo atrás para sumergirse por un instante en aquel mundo perfecto donde te conectas con tu propio yo.
Eres parte de un todo y eso todo se impregna en el instante de entrega y fuerza cuando el movimiento se incrementa y tienes que luchar para que todo este bien, eres objeto de ti mismo, controlas tus brazos, piernas, cabeza y manos pero sin olvidar tu entrega total por el todo.
Cada vez notas que tu cuerpo empieza a sentir de una manera u otra algo extraño lo podemos decir como la mayor adrenalina de tu vida, es el estar flotando y dejarte llevar por la elegancia y coordinación del movimiento. Te sientes al mismo tiempo libre para expresarte como un ave en su travesía de volar, eres único guardando toda energía para ser demostrada en lo más maravilloso de la danza el instante de salir en escena.
Tu espíritu esta inmóvil, mientras tu cuerpo se regocija en cada paso que das, pero algo sucede el dolor llega de improviso, y lo único que recuerdas en aquel instante es involucrar tu mente y cuerpo para que tu respiración invada todo tu ser.
En un instante tu vida cambio, pero recuerdas que estabas como si te hubieras dormido transformándolo en uno de los mejores sueños que se hizo realidad, danzante sigue tu camino por el resto de tu vida.
Att: Viviana Lisset Mora Cuasquén
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